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El Sahel
La invitación a repensar el campo de lo posible en los movimientos políticos y sociales emancipadores de todo el mundo
Por María Rita Ciucci – FSN – Santiago del Estero
Sosteníamos hace un par de meses en una nota del 12/05/2025, en esta misma página https://www.futurosoberano.org/noticia.php?noticia=111 que la ultraderecha se apropia del lenguaje de diversas maneras, utilizando el discurso para promover sus ideas y agendas. Que esta fuerza política y social, profundamente neoliberal que sacraliza el libre mercado, deslegitima cualquier tipo de empresa y/o propiedad pública y reniega de derechos sociales, tiene una fuerte presencia en países como Argentina, Hungría, Estados Unidos, India, Brasil, Turquía, Italia, entre otros.
Al mismo tiempo decíamos que, en el actual escenario global, signado por la crisis estructural del capitalismo, esa fuerza se ha erigido como “única alternativa política” y se propone como solución para superar los problemas de inseguridad, incertidumbre y miedo.
Por otra parte, resulta evidente, teniendo en cuenta la lógica depredadora del sistema, que en el capitalismo es imposible proponerse mantener el desarrollo combinado y armónico del bienestar de los seres humanos con la conservación del hábitat natural. En consecuencia, y habida cuenta de que “los crímenes más ortodoxos del capitalismo son el abuso de poder y la explotación de las personas” (Galbraith) es inútil pensar conseguir ambos objetivos dentro del sistema.
Sin embargo, en este marco, en nuestro país pareciera que subjetivamente la confianza de los sectores populares en la posibilidad de una sociedad más justa ha retrocedido mucho. Al mismo tiempo, la clase trabajadora sufrió un proceso profundo de fragmentación entre diferentes categorías de trabajadores de primera y de segunda, así como trabajadores desocupados. Esta fragmentación funciona articulada con la fragmentación de las diferentes organizaciones sociales y políticas (organizaciones sociales, estudiantiles, partidos, sindicatos, etc.).
Ahora bien, todo lo que venimos describiendo, se corresponde con lo que definimos como “etapa neoliberal del capitalismo global”. Esta expresión remite a un “orden global” y le damos el sentido de “planetario”, nada queda afuera. Del mismo modo que la “historia universal” a que refieren los manuales es reducida y eurocéntrica. Entonces, si pensamos que las descripciones y las interpretaciones de la realidad son construcciones sociales en el marco de la disputa por el sentido de las representaciones, cabe preguntarnos si es este el único relato posible. La ultraderecha despliega sus estrategias librando la batalla cultural en ese sentido, apropiándose de las ideas gramscianas que al campo popular tanto le cuesta asumir.
En nuestras tierras, mientras el campo popular parece vitalmente debilitado y sin posibilidad de ofrecer futuros entusiasmantes, el capitalismo contemporáneo ofrece futuros imprevistos. Como dice Traverso, un mundo sin utopías mira inevitablemente hacia atrás.
Es imprescindible recuperar algún tipo de dimensión utópica y esto implica una ruptura con el clima cultural de las últimas décadas.
En tiempos donde gana el escepticismo y el abatimiento aún entre quienes piensan que un mundo mejor y más justo es posible, tal vez convenga dar vuelta los mapas y hacer el esfuerzo por pensarnos creativamente y proponer estrategias originales para el combate por el sentido.
La invitación es a repensar el campo de lo posible en los movimientos políticos y sociales emancipadores de todo el mundo. Y para el caso, mirar a los lugares donde hay quienes vuelven a poner en acto palabras como justicia, soberanía, dignidad…
Mientras el mundo conocido atraviesa una transformación geopolítica sin precedentes, un pequeño país del África Occidental está demostrando que la resistencia contra el orden económico global no sólo es posible, sino contagiosa. Ibrahim Traoré, un joven militar está liderando una revolución silenciosa que ya ha provocado sanciones, amenazas, intentos de asesinato y protestas masivas de apoyo en todo el continente.
Este capitán burkinés está liderando un proceso que desafía abiertamente a Francia, Estados Unidos y a todo el sistema neocolonial que domina África desde hace décadas. Desde la expulsión del ejército francés hasta su firme alianza con los países del Sahel y su lucha por la soberanía económica, Traoré parece adherir firmemente a la figura de Thomas Sankara, el líder asesinado por orden de Francia que en los ´80 hablaba de feminismo, ecología y producción nacional y re bautizó al país con el nombre de Burkina Faso, que significa “la patria de los hombres íntegros”.
Tal vez, como dice Pablo Borda, el nuevo lema nacional burkinés “Patria o muerte. Venceremos” sea un anuncio de que la era de las revoluciones aún no ha terminado. En todo caso, demuestra claramente que no es el fin de la historia todavía.