• La abuela y su nieto

Fecha de Publicación: 02-11-2025

Colaboración de Marta Remón*-Docente jubilada del sistema penal en Mendoza

Era viernes, alrededor de las cuatro de la tarde en Cacheuta hacía mucho calor. Salgo de la cárcel de mujeres, después del tercer encuentro de mujeres y disidencias en contexto de encierro de Mendoza, al que asistieron mujeres presas de las cárceles mendocinas. Estuvo muy bueno: leyeron sus reclamos, sus reflexiones sobre distintos temas, cantaron, bailaron, recordaron a las compañeras que se habían suicidado. Comimos panchitos, tortitas, tomamos mate, gaseosas.

Cuando salgo, pensando en proyectos, con el sol fuertísimo, veo la garita de la parada del colectivo que lleva y trae a familiares de personas presas y a penitenciarios, a docentes, a todos los que se movilizan en colectivo. En la garita veo a una señora mayor y a un joven, adelanto un poquito y recuerdo que el colectivo pasa a las seis de la tarde, o sea dos horas más tarde.

Decido volverme y les ofrezco acercarlos un poco por lo menos. Suben al auto. Inmediatamente la mujer me agradece el haberlos llevado. Durante todo el viaje lo hace.

Me cuenta que está desde las seis de la mañana en la calle. Que primero fue a los tribunales, en el polo judicial, donde se llevaría a cabo el juicio abreviado a su nieto, que llevaba tres meses presos y se haría cargo de lo que se lo acusa, para tener una condena más corta. Y efectivamente le dieron tres años en suspenso de condena. En suspenso…. Quiere decir que si va en auto y se pasa un semáforo en rojo o tiene cualquier otra infracción, tiene que cumplir la condena efectiva.

La abuela me contó muy orgullosa de sí misma, que le dijeron que no podía pasar al lugar donde se desarrollaba el juicio y que ella dijo “a mí no me van a dejar pasar, ya van a ver” y pasó. Y salió libre su nieto. De ahí, del polo judicial, que queda detrás del Penal San Felipe, a Cacheuta, a buscar a su nieto, cuando saliera en libertad efectivamente. Y se fue. Y llegó. Y su nieto estaba con ella. Llevaba diez horas en la calle, acompañando el derrotero de su nieto. Y ahí estaba, muerta de hambre, pero feliz con su nieto recién salido de la cárcel.

Y los llevé hasta Las Heras, adonde vive el muchacho. él iba serio, como inquieto. Muy suave le dije” si te llego a ver acá de vuelta te cago a patadas” y la abuela contestó, sí, yo también. ¿Qué será de la vida de ese muchacho? El padre quiere llevarlo a España, donde podrá comenzar otra vida, dice. Y él quiere irse a Chile a trabajar.

Cuando me volvía, pensaba en García Márquez y su niñez en la casa de su abuelo, que fue su inspiración para escribir cien años de soledad.

Y recordé a Saramago, que cuando le entregaron el premio nobel de literatura dijo en su carta que su amor por la literatura lo aprendió de su abuelo, analfabeto y pastor portugués, que cuando volvía a la tarde con las ovejas los juntaba a sus nietos debajo de un árbol y les contaba cuentos.

Esta abuela acompaña a su nieto a recuperar su libertad. Qué abuelos….

*Maestra y comunicadora social. Actualmente trabajo con los estudiantes universitarios privados de libertad, haciendo un acompañamiento pedagógico