• 1949. Una Constitución producto del avance del pueblo

Fecha de Publicación: 31-08-2025

Por Francisco Ramos-FSN-CABA

Con motivo del 75° Aniversario de la promulgación de la Constitución del año 49, los compañeros de la editorial Nueva Agenda tuvieron la excelente idea de hacer una reedición especial, con el aporte agregado de más de 100 prólogos.

A continuación, reproducimos el prólogo publicado en la página Número 100 del libro "El campo popular saluda a la Constitución de 1949. Actualidad y vigencia".

Ante todo, es para mi un honor compartir esta oportunidad de reivindicación de la Constitución de 1949 con tantos compatriotas queridos, grandes militantes comprometidos con la causa de la Patria. 

No me ocuparé, en estas breves líneas, sobre el tratamiento conceptual de la justicia Social convertida en Ley Máxima de la Nación, cuestión que seguramente será abordada por otros compañeros, sino que intentaré desentrañar el proceso histórico previo a la Constituyente del 49 y su magnífica Carta Magna.

Desde el revisionismo histórico de la Izquierda nacional Sanmartiniana estudiamos y revisamos la política del pasado como una concatenación de sucesos históricos que son, al mismo tiempo, consecuencias de hechos anteriores y causales de los que vendrán.

De esta manera, no se puede entender el 17 de octubre sin la revolución de los coroneles desazonados del 4 de junio de 1943, ni el triunfo electoral del 24 de febrero del 46, sin aquel 17 de octubre, por lo tanto la Constitución del 49 es hija y producto de esos seis años de institucionalización de los derechos laborales concretados, que habían sido objeto de luchas obreras durante las décadas anteriores. Esa fue la incansable labor que llevó a cabo el Coronel Juan Domingo Perón desde el otrora Departamento de Trabajo y Previsión, convertido a su llegada, en una Secretaría Nacional. 

Los cambios económicos externos e internos, producen cambios sociales, y estos a su vez, ocasionan cambios políticos. Esta realidad efectiva que los marxistas llamamos materialismo histórico, fue justamente lo que ocurrió, de forma visible, en aquella primera década infame. Tras el golpe a Yrigoyen, líder del primer Movimiento Nacional del siglo XX, la oligarquía en el poder político debió encarar un forzado proceso de sustitución de importaciones, producto de la crisis del 29 primero y con mayor impulso a partir del inicio de la segunda guerra Inter imperialista (Guerra Mundial) una década después.

Ese fue el motivo de la gran migración interna de las provincias hacia la capital federal y alrededores en busca de una oportunidad laboral.

Desde el Revisionismo Sanmartiniano reconocemos ese gran cambio social, de los que “bajaron de los trenes”, (en uno de los cuales vino una jovencita pueblerina llamada Eva Duarte) como la 3er vertiente de la composición de nuestro Movimiento obrero actual. La primera había sido aquellos que “bajaron del caballo”, esos gauchos otrora libres, obligados a partir de 1815, por la “Ley de Vagos y Malentretenidos” a conchabarse en los saladeros que pasaron, de ser viejas estancias coloniales, a convertirse en las primeras fábricas capitalistas de tasajo o charque, (carne salada); pasajes de la historia inmortalizadas en aquella maravillosa obra, el “Martín Fierro”, de un porteño federal llamado José Hernández. Después vendría la segunda vertiente con la enorme primera inmigración europea, aquellos que “bajaron de los barcos”. 

A finales del siglo XX y ya afianzados en el actual, identificamos al movimiento piquetero de los barrios como el sindicalismo de los desocupados, reconvertidos en la llamada economía popular, como la cuarta vertiente de esta clase obrera desindustrializada, desde los años 90. De todas estas experiencias cooperativas, a lo largo del país, destacamos muy positivamente el Movimiento de Empresas Recuperadas, que funcionan de forma autogestiva, demostrando que cualquier comercio o fábrica, pequeña o grande, puede funcionar aún mejor sin dueños que con ellos, y que lo más importante es su fuerza de trabajo físico y mental, porque la que produce riqueza no es la “actividad privada” sino la clase trabajadora. 

Aquellos cientos de miles de trabajadores provincianos, cabecitas negras de la tercer vertiente, venidos del interior durante la década infame con su esperanza y su mano de obra, la enorme cantidad de pequeños talleres convertidos en medianas y grandes fábricas, generando la aparición de un nuevo sujeto social, el movimiento obrero industrial, que a medida que se iba organizando sindicalmente por ramas gremiales, provocaría un gigantesco cambio político a mediados de los años 40, exactamente un 17 de octubre de 1945, en que se convierte en protagonista de su propio destino.

Esa maravillosa y multitudinaria manifestación de trabajadores, muchos de los cuales pisaban por primera vez la histórica Plaza de Mayo, salió a las calles para pedir por Perón y por ellos mismos, porque definitivamente sabían que si se concretaba el alejamiento del segundo Cnel. del Pueblo (el primero había sido Dorrego), se perderían todos los logros, los derechos y el bienestar que empezaron a vivir y a disfrutar desde que se hiciera cargo de la Secretaría de Trabajo y Previsión. 

Durante los primeros años de la primera presidencia de Perón ese Estado popular que beneficio a toda la masa trabajadora continuó su marche que desde 1943 organizaba y los empoderaba de una manera nunca antes vista. Los poco más de 1.200 convenios firmados y registrados en la provincia de Buenos Aires entre 1935 y diciembre de 1943 se multiplicaron en todo el país a partir del 4 de junio de ese año. 

La CGT unificada adquirió un enorme poder. Sus afiliados pasaron de 80.000 en 1943 a 1.500.000 en 1947 y 4.000.000 en 1953. Por primera vez en la historia argentina el trabajo recibió más del 50% de la producción del país, llegando al 53% en 1948, y la actividad industrial le ganaba en porcentaje del PBI a la agrícola-ganadera. Los obreros fueron considerados la columna vertebral del Movimiento Nacional encarnado mayoritariamente en el peronismo. Participaban de las reuniones de gabinete y en el Parlamento, un tercio de los diputados correspondía a la rama sindical, que funcionaba como bloque.

Esta real avanzada de los sectores populares y obreros tuvo su correlato, años después, en la superestructura jurídica, con la convocatoria a la Asamblea general Constituyente de 1949 y la sanción de la mejor Constitución Nacional de nuestra historia, que años más tarde fuera derogada por el golpe cívico militar de 1955 y que ningún gobierno posterior tuvo el coraje ni la decisión política de implantarla como la legítima Carta Magna.     

Por el contrario, en el año 1994, el nefasto Pacto radical-menemista generó la Constitución liberal que creó el nido del huevo de la serpiente, declarando la autonomía de la ciudad de los malditos unitarios y la provincialización de los recursos naturales como estrategia de descuartización antinacional.

La práctica histórica demuestra, por lo tanto, que sólo una ofensiva popular en el marco de una democracia participativa con Justicia Social, que supere el estadio movilizador del reclamo y la protesta, y con una conciencia colectiva en alza hacia una disputa de poder concreto frente a los sectores dominantes de la oligarquía, puede preparar el terreno fértil para volver a plantear una Constitución plena de derechos para todo el pueblo trabajador.

La tarea militante pendiente que se impone es, en consecuencia, avanzar en lo económico para recuperar protagonismo político y traducirlo, por fin, en una próxima Constitución Popular del siglo XXI, como lo fue aquella del 49.

Celebro y felicito esta reedición con tantos prologuistas destacados del Movimiento Nacional.