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El papel de los medios en la instrumentalización del insulto como herramienta política
Por Koly Bader-FSN-Tucumán
Desde hace mucho tiempo hemos comprendido lo que significa el lenguaje en la formación de pensamiento y, consecuentemente, los efectos de su utilización como herramienta transformadora de la subjetividad. Es así que entendemos porque se autodenominan libertarios los que justamente operan en contra de las más elementales libertades del ser humano. Cambiar el contenido de las palabras opera sobre el cambio de contenido de nuestros pensamientos simplemente porque pensamos en palabras, en lenguaje.
El insulto no solamente forma parte de esta instrumentalización del lenguaje en función de intereses político-ideológicos determinados, sino que opera sobre lo más básico de las emociones, obtura la reflexión, abona primitivos sentimientos de odio y, básicamente, elimina el pensamiento como tal.
Como hemos dicho anteriormente, la derecha interpretó claramente cuál es el camino crítico para conducir a un Estado Nación hacia su propia disolución. La democracia burguesa ya no es útil, así que pues, a disolver la república. El proceso requirió de muchos años, pero ya está maduro en la Argentina de los libertarios. Y las nuevas tecnologías vinieron a ayudar con sus redes y algoritmos. Fueron determinantes.
Siendo esto así, la comunicación es tan importante para los grupos de poder como, correspondientemente, para nosotros. Ya no ocupa el lugar de reproducción de la ideología dominante del Estado burgués, sino una verdadera revolución cultural que pretende desarticular los paradigmas de la cultura anterior construida por la sociedad burguesa en un capitalismo dependiente pero productivo. Esto es lo que logra la abolición de la política, la supresión de la reflexión y su reemplazo por el insulto que, por añadidura, en la lógica de los medios dominantes, sobre todo, tiene la virtud de atraer audiencias.
Así, el ultimo insulto presidencial ocupa un lugar enormemente más importante que el último decreto por mas dañina que la disposición ejecutiva sea para los ciudadanos.
Hace mas de 150 años Carlos Marx decía que la religión es el opio de los pueblos. Claro, en esa época no existían prácticamente los medios masivos de comunicación y mucho menos los algoritmos de internet. Hoy deberíamos decir que el opio de más profundo y rápido efecto es la capacidad multiplicadora de los medios masivos capaces de difundir y repetir hasta el infinito la inexistente “noticia” de un insulto. Perfecta invisibilización de lo que verdaderamente existe.
Para más eficiencia del “mensaje” transmitido por los medios, empezamos a ver en la televisión, las radios y, a veces, hasta en la prensa escrita, que ese lenguaje comienza a ganar lugar en boca de periodistas y comunicadores. Ni que decir de los discursos legislativos que estamos presenciando. De esta forma el poder reproductivo de tal herramienta política se incrementa de tal manera que, la reflexión, el análisis o hasta la simple crónica, se transforma en una manifestación irracionalmente emocional. El discurso del odio emerge como la dimensión afectiva de la desinformación. Y con ello la anti política.
Es claro que no todos los medios, o no todos los periodistas, son vehículos de esta técnica de la desinformación. Pero, algunos con inocencia y otros con clara intencionalidad, abonan el camino de la destrucción del razonamiento.
Es claro que el embrutecimiento de una sociedad antes altamente politizada es estratégico para lograr la destrucción de lo que esa misma sociedad fuera capaz de lograr, sea ello poco o mucho. Y es allí a donde apunta tanto el autor de la injuria como el reproductor de la misma, sea consciente o no de ello.
Los periodistas sabemos que una nota que contenga opinión debe evitar el adjetivo para dar lugar al análisis. Cuanto más debe estar ausente el improperio y el insulto tan lamentablemente común en tiempos “libertarios”. O lo que es más preciso, el populismo reaccionario.