• La representación, un problema de base.

Por Francisco Ramos-FSN-CABA

El poder económico, conocido como el círculo rojo, la oligarquía y otras malas yerbas, siempre tuvieron sus representantes políticos, llamados "conservadores", porque su objetivo era conservar su riqueza y el sistema que los cobijó y produjo ese privilegio de clase por sobre las mayorías populares.

En las últimas décadas aquellos conservadores se convirtieron, además, en concentradores de esa riqueza que siguen aumentando y concentrando cada vez más.

La política y sus diversos grupos y partidos representan los intereses de cada sector social. Los poderes dominantes han tenido en este primer cuarto de siglo un nivel de concentración de riqueza exponencial, y también de su representación política. La máxima expresión de esa concentración está hoy día en el Poder Judicial y su Corte Suprema, cuando tres miembros dentro de un armado aristocrático y antidemocrático del único poder que no es electo por el pueblo, deciden en última instancia sobre la vida de los argentinos.

Ese Triunvirato gorila coptado por el poder fáctico y reducido a la mínima expresión de un órgano colegiado impar, acaba de condenar en una causa armada y sin pruebas evidentes a la Dra. Cristina Fernández para sacarla de la cancha electoral.

Entonces, si al poder real le importa concentrar su riqueza y su representación, será que al pueblo le sirva exactamente lo contrario, ampliando justamente la participación de las mayorías para obtener una mejor y genuina representación.

De nuestro lado, del lado popular, no es bueno que las decisiones recaigan sobre muy pocos compañeros y compañeras. Cuando las dirigencias de las organizaciones populares se reducen y se alejan de sus propias bases, se empieza a generar una burocratización política que destruye  la organización y la representatividad popular que es la base fundamental para la vida democrática.

En estos años de democracia, desde 1983 hasta la actualidad, se han realizado varios frentes electorales que no surgieron como resultado de frentes políticos, ni se han prolongado como tales, sólo fueron armados electorales entre cuatro paredes y algunos referentes, en lo que se conoce como la "rosca política", sin la participación privilegiada de las bases, militancia y/o afiliados.

Otra burocratización evidente de las organizaciones populares, es ese otro Triunvirato del Movimiento Obrero que para convocar un paro nacional, no se hacen asambleas en los lugares de trabajo, en los sindicato y en las regionales, y tres personas deciden por millones de trabajadores.

Ese funcionamiento anquilosado, que se reproduce en los partidos políticos y organizaciones sociales, con prácticas que no favorecen o impiden, directamente la participación, a través de debates colectivos para formar parte activa de las decisiones, es una de las claves para no repetir mecanismos que distancian a los referentes de sus representados.

El movimiento asambleario que surgió con fuerza a partir del 2001 en los barrios, y en la defensa ambientalista de los pueblos del interior, significó una lucha no sólo contra las políticas antipopulares y entreguistas, sino hacia adentro mismo, contra esos métodos antidemocráticos.

Volver a ser protagonistas como pueblo, participando con fuerza dentro de todas las organizaciones libres, de base popular, políticas, sociales, barriales, feministas y ambientalistas, será una condición necesaria, aunque no suficiente, para prevenir la burocratización de las mismas y que haya una promoción y renovación de sus miembros, gestando una formación política interna permanente, junto a herramientas de control, rendición de cuentas y objetivos, seguimiento y corrección de los planes, para que haya una vida democrática habitual donde se escuchen las preguntas, opiniones y propuestas de todas y todos, y las decisiones se tomen en forma conjunta por consenso o votación mayoritaria.

Solo así podremos lograr una democracia participativa en todos los niveles de la gestión comunitaria.

Que el poder regrese al pueblo, que el poder Judicial no siga teniendo esa esencia monárquica,  y se desarrolle un proceso democratizador (al estilo mexicano, por ejemplo), adoptar medidas de desmonopolización en todos los rubros de la economía y de los Medios de comunicación, será una gran posibilidad para frenar la enorme infiltración del poder dominante sobre las estructuras privadas y de gobierno, para transformarlas en defensa de los intereses populares.

La más amplia participación democrática desde las organizaciones populares, para reinventar mecanismos institucionales de alta incidencia política desde las comunas y municipios, hasta llegar con propuestas de orden legislativo y ejecutoras a los más altos niveles de decisión provincial y nacional, mediante referéndums, plebiscitos, revocatorias y consultas vinculantes.

Si no se recupera y democratiza el poder para el pueblo, estaríamos repitiendo graves y serios errores, que a veces, se convierten en complicidad con los planes históricos de la oligarquía dominante.

¡A construir poder popular, de eso se trata vivir con dignidad en una Patria Soberana!